Nos saluda por la mañana al abrir las cortinas que dan paso a la vista de la plaza luminosa; nos acompaña durante el almuerzo en el restaurante del hotel; brinda con nosotros unos cócteles en la terraza y nos da las buenas noches mientras disfrutamos de un relajante baño en la tina. El complejo religioso de San Francisco, visible desde Casa Gangotena, es un símbolo de la magnificencia del Centro Histórico de Quito y es un constante recordatorio de la importancia del lugar en el que usted se encuentra y la razón de porqué está ahí.
San Francisco es una de las construcciones más antiguas de carácter católico en Quito, con sus torres blancas que reflejan contra el brillante cielo azul. Este no es simplemente un monumento religioso, es un pilar de la conciencia quiteña. La Plaza San Francisco vecina de Casa Gangotena es la cuna del catolicismo en Quito, la sede de numerosas festividades religiosas, un tesoro arquitectónico y una de las maravillas que circunda a la capital ecuatoriana en leyenda.
Tal grandeza no se construyó de la noche a la mañana, la estructura de esta mini-ciudad tardó casi 150 años en levantarse (de 1534 a 1680). Fue fundada por el misionero franciscano Jodoco Ricke y durante una época, fue el hogar de 160 monjes (ahora residen alrededor de 27). El complejo religioso de San Francisco es una especie de “parque de diversiones” católico. Ocupa más de tres hectáreas, es el más grande de su tipo en América, abarca una iglesia principal, dos capillas, un museo de arte, patios, huertas, catacumbas, una cancha de fútbol e incluso una antigua fábrica de cerveza.
Alguna vez fue el palacio real de Huayna Cápac, el gran emperador inca, y posiblemente también fue un templo ceremonial de esta sociedad precolombina antes de convertirse en la sede de la orden católica franciscana. El conjunto de San Francisco entreteje cada uno de los hilos del tejido cultural de Quito: es una iglesia, un museo, una casa y un monumento. Es por eso que merece horas de exploración durante su estadía en Casa Gangotena en el corazón del casco antiguo de Quito: es una de las mejores atracciones turísticas del Ecuador.
La Iglesia
En el pasado, las grandes puertas de entrada a la iglesia de San Francisco estaban estrictamente reservadas para la gente pudiente de Quito. Los pobres, los esclavos y los indígenas tenían que usar la Capilla de Cantuña.
La iglesia de San Francisco da paso a una curiosa escalera mitad cóncava mitad convexa, que se eleva dramáticamente desde la plaza hasta el atrio. Esta escalera y partes de la fachada muestran la influencia del estilo italiano. La copia original, utilizada por los constructores de aquella época, todavía existe.
El coro de la iglesia es una joya, rodeado de una serie de macabros retratos de santos y la forma en la que fueron asesinados. Levante su vista al cielo y déjese sorprender por el elaborado techo mudéjar de madera, que fue construido sin un solo clavo, testimonio del arte Islámico plasmado aquí en el corazón de los Andes.
Como huésped de Casa Gangotena, usted puede acceder a una parte exclusiva de la iglesia (disponible únicamente para los frailes franciscanos). Si sube por una escalinata estrecha usted saldrá al techo donde se encontrará al lado de las grandes campanas. Por un momento, sentirá que toda la ciudad está a sus pies.
La iglesia en sí es una obra barroca, rebosante de atavíos en pan de oro, lienzos,esculturas, murales y retablos. En el 2000, se realizó un proyecto extenso de restauración para que muchas obras impresionantes de arte vuelvan a su máximo esplendor. Se puede atender a misas durante la mañana y la tarde.
Capilla de Cantuña
Ubicada a unos pasos a la izquierda, la Capilla de Cantuña estaba disponible para todos los que no podían ingresar a la iglesia principal. Aunque estaba reservada para los más humildes, la capilla no es nada sencilla. Es una preciosa muestra de la Escuela Quiteña, cubierta de ángeles, guirnaldas, espejos y estrellas.
Existe una cierta ambigüedad en torno al hombre de quien la capilla toma su nombre. Históricamente hubo dos indígenas que compartieron el apellido Cantuña. La vida de ambos estuvo ligada al complejo de San Francisco. Sin embargo, solo uno de ellos fue enterrado junto a su familia en uno de los altares, bajo un hermoso tallado en madera realizado por el Padre Carlos.
El Cantuña que la mayoría de los quiteños conocen fue Francisco de Cantuña. Su nombre es tan legendario como su engaño al diablo. Descubra más sobre esta leyenda del Centro Histórico de Quito en el exclusivo Tour del Diablo que Casa Gangotena ofrece. Sumérjase en esta leyenda mientras es guiado por el mismísimo Satanás.
Museo Pedro Gocial
El complejo religioso de San Francisco guarda celosamente una preciosa colección artística, que usted podrá observar en este fascinante museo de arte, apenas es una pequeña muestra de lo que se oculta en las cavernosas bóvedas del monasterio franciscano. Grandes artistas mestizos como Pampite, Caspicara y Bernardo de Legarda comparten espacio con Bernardo de Rodríguez y sus magníficos lienzos como el: “San Antonio predicando a los peces”.
Algunas de estas obras tienden a perturbar la mente. Busque la pintura del hijo del último Inca Atahualpa, Francisco Atauchi, siendo bautizado por los frailes poco después de la conquista; y por supuesto, la preciosa Virgen Alada de Legarda en tamaño pequeño, mediano y grande.
La Cervecería
El Centro Histórico de Quito también es famoso por la variedad de cervezas artesanales que se ofrecen en los negocios locales. Sin embargo, la historia de las micro-cervecerías de la ciudad inició en el complejo religioso de San Francisco durante el siglo XIX.
Recientemente abierto al público, el museo de la cervecería de San Francisco era atendido por monjes cerveceros hasta hace unos 50 años. Hoy en día, el espacio es un museo que contiene los grandes barriles de roble que se usaba para la fermentación y exhibe fotos de los monjes que operaban las máquinas, empuñando grandes palas de madera en sus modestas túnicas marrones ceñidas con una cuerda.
Los monjes no preparaban la cerveza para obtener ganancias y tampoco para lograr que las multitudes se arrodillasen. Se creía que la bebida que contenía de 3% a 5% de grado alcohólico era una alternativa más segura al agua que los monjes bebían o que, en ocasiones, regalaban a los pobres de la ciudad.