Si estas paredes pudieran hablar, tendrían bastante que contar. La historia de la Casa Gangotena comienza con un cuento. Una historia que se extiende más allá de tiempos inmemoriales, que abarca civilizaciones antiguas, conquistas tumultuosas y agitación religiosa, incendios y reconstrucciones, romance y traición.
Pero a lo largo de su historia, formas, usos e incluso nombres, Casa Gangotena ha estado en el corazón físico, espiritual y cívico de la ciudad.
Pero, ¿dónde empezó todo?
Según los primeros cronistas españoles, la moderna plaza San Francisco se jactaba de ser un centro de templos, entre ellos el de Huayna Capac, el emperador inca del siglo XV. Se dice que el propio emperador solía salir de paseo y caminaba desde lo que hoy es San Francisco a Santa Clara. La cuadra en la que ahora se encuentra la mansión fue el Templo de la Milicia Celestial –los guardaespaldas de la élite- durante el período incaico.
Tan pronto como los españoles llegaron a la capital norteña de los incas en 1534, llegaron las órdenes religiosas a convertir los corazones y las mentes de la población local a la religión católica. Así, el orden franciscano ocupó toda la ladera occidental de esta vasta plaza, que durante siglos había sido un gigantesco mercado al aire libre para comerciantes de todas las regiones del Ecuador precolombino. Por lo tanto, la Casa ocupó un lugar central en la ciudad colonial, dando testimonio a la construcción de la iglesia católica más importante de la ciudad.
La casa original fue construida en 1600 por la familia Ponce Castillejo, la que fuera vendida a un rico empresario cacaotero con el nombre de José María Caamaño durante la independencia. Este alquiló la residencia a los primeros presidentes de la República, entre ellos Vicente Rocafuerte (1783-1847): después de todo, el Palacio Presidencial se encontraba a la vuelta de la cuadra en la Plaza de la Independencia. Otros notables, como el famoso Eloy Alfaro, fueron sus dignos invitados.
Conocida como Casa de San Miguel, la casa mantuvo el título original por más de 200 años hasta que fue cambiada a Casa Gangotena en 1840, el nombre de sus residentes, quienes poseían tierras en la provincia de Cotopaxi, con haciendas como El Balcón y Buenavista, una casa de campo que María Gangotena donaría a los monjes cistercienses para construir un monasterio.
Los propietarios finales de la casa, las Gangotena, provenían de una de las principales familias de la capital, cuyos miembros fueron importantes figuras políticas, terratenientes, académicos e incluso poetas.
En muchos sentidos, su propia historia están entrelazada con la de la ciudad: un documento demuestra que después de un intenso período de sequía en el siglo XVII, a la familia se le regaló agua con tal de que vivieran en la casa, ya que trajeron sus propios suministros a Quito desde tierras más húmedas.
En 1914, la casa sufrió un incendio calamitoso – los historiadores locales dicen que un ex-novio de una de las hijas de los Gangotena tuvo la culpa, incendiando a la mansión en su día de la boda. El matrimonio no duraría mucho – apenas 24 horas, en realidad.
La casa fue completamente reconstruida en 1926, en ojos de los hermanos Russo, arquitectos italianos con un gusto por la grandeza y las delicias. El estilo colonial dio paso a un ambiente palaciego sustituido por columnas ornamentadas, fuentes y murales. También se incluyeron frescos, uno de los cuales representa a la familia Gangotena a caballo, el nombre de cada miembro inscrito en las riendas de sus corceles que ahora se puede admirar en la Junior Suite del hotel. Otra, en la antigua terraza acristalada del ala sudoeste de la mansión, donde las damas de la sociedad acostumbraban a coser y chismes, demuestra una gloriosa escena marítima, con pequeños veleros.
Décadas pasaron y la casa cayó en declive. Las hermanas Mimi y Lola Gangotena fueron las últimas descendientes directas de la acaudalada familia española que habitó en la casa. Lola años después sería la esposa del Presidente de Ecuador Camilo Ponce Enriquez, la pareja tuvo cinco hijos. Y después de la muerte de las hermanas, la casa fue entregada a una fundación. Esta vendió la propiedad en 2007 a Roque Sevilla, ex alcalde de Quito, quien estaba interesado en comprar el edificio emblemático (que había visitado durante fiestas de té que aquí se organizaban cuando era niño) y transformarlo en un hotel, encantado por su ubicación única en la Plaza San Francisco.
La restauración fue todo un cuento digna de una película, en realidad, y en 2010 Casa Gangotena reabrió sus puertas, mostrando al mundo su última encarnación: un hotel boutique de lujo.
Pero la historia no termina aquí. Cada huésped, cada cocinero, cada camarero que pasa por las puertas de este hotel histórico añaden algo a la narrativa de Casa Gangotena, cada uno desempeñando un papel. Estas paredes sin duda verán mucho más.