La majestuosidad de la Virgen del Panecillo
«Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila a fin de que volara de la presencia de la serpiente al desierto, a su lugar, donde fue sustentada por un tiempo, tiempos y medio tiempo.” – Revelación 12:14
Se la puede ver desde casi cada ángulo de la ciudad, la madre, la guardiana, la vigía de Quito. La Virgen del Panecillo se para en la cima de una loma (nombrada así por su parecido con un panecillo): una corona de 12 estrellas en su cabeza, su mano alzada es una invitación segura. Sus manos son del tamaño de una mujer, sus grandes alas tan largas como una jirafa.
La alada María
La alada María, la más grande de su clase, tiene una gran profundidad de leyendas y significados para la ciudad, especialmente considerando su corta edad: fue oficialmente inaugurada en 1976. Ha despertado creatividad, inspirando canciones como “El Chulla Quiteño” y la película “A tus Espaldas” usando la estatua que está apuntando hacia el adinerado norte para discutir la inequidad social entre sectores de la ciudad.
Mirarla desde las calles es una cosa, pero visitar la estatua, trepar dentro de la torre, pararse en el mirador cerca de sus pies, es completamente otra.
Aquí se podrá ver la vista que nuestra María disfruta todos los días, las rectas líneas blancas del Centro Histórico derritiéndose sobre el caos del moderno norte, perdiéndose entre las montañas y las nubes que existen detrás.
Por solo 1 dólar se puede entrar al museo, donde el primer piso es un homenaje para las figuras religiosas católicas, como la Virgen de Guadalupe, y un detallado vitral dedicado a cada una de ellas. También hay modelos de cada construcción religiosa de la ciudad, como Santo Domingo o San Agustín en miniatura.
Se puede aprender de la increíble construcción: como por ejemplo, que la estatua de la virgen fue primero pedida en 1892 por un senador pero la construcción no empezó hasta 1955. La réplica de la escultura de Bernardo de Legarda del siglo XVIII, una figura clave para la escuela de arte de Quito, fue creada con 7,000 piezas de aluminio: cuadrados soldados juntos dando a María una apariencia parchada cuando se la ve de cerca.
Si se sigue subiendo, se sale a sus pies, donde se tiene una vista de 360 grados en uno de los puntos más altos de la ciudad.
Para una ciudad cautivada por el catolicismo, la Virgen del Panecillo es un símbolo perfecto de protección, prestigio y piedad ferviente.
Para comer: Justo debajo de la estatua está el restaurante Pim’s, una cadena elegante de restaurantes. Con una vista tan fabulosa como la de la Virgen, se puede parar ahí para un café, un trago o un largo y relajado almuerzo.
Para comprar: Al lado opuesto de la exhibición, está un pequeño mercado artesanal, en stands de madera al estilo alemán. Se puede encontrar los típicos recuerdos, desde mochilas al estilo andino y suéteres de lana, hasta adornos tallados en madera y joyería tejida.
Para hacer: Si se visita la estatua durante el fin de semana, hay que asegurarse de pasear por el sur del parque en la cima de la colina. Este es el paraíso para cualquier volador de cometas, con el viento volándolas arriba en los cielos rodeados de nubes, el paisaje de fondo del volcán Pichincha o la cautivadora ciudad solo suma a la experiencia. Incluso se puede comprar una cometa propia (pero no espere que dure más de un solo vuelo).
Para recordar: La bajada de vuelta al Centro Histórico puede verse muy atractiva pero puede ser muy silenciosa, volviendo a los visitantes vulnerables. Si se decide tomar este camino, recuerde dejar sus pertenencias de valor en el hotel o con el guía del grupo.