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El bar en Casa Gangotena Es el tipo de lugar donde querrías encontrarte con un amante a medianoche. O para entregarle un maletín a su agente de Quito. Sin embargo, la mayoría viene simplemente a relajarse después de un duro día explorando el casco antiguo de Quito.
Experimente la elegancia en el bar de Casa Gangotena: una mezcla de tradición y modernidad
Pese a que el espacio en sí es nuevo – fue renovado en 2014 – aún conserva algunas de las características originales como los sinuosos pisos de madera recién pulidos.
Los sillones tapizados con el cuero más suave se encuentran enclavados en rincones íntimos y oscuros, mientras que los codiciados asientos al lado de la ventana están llenos de luz. Una fila de taburetes apoyados a la barra de mármol, invitan a los bebedores solitarios a desahogarse con Alfonso, el camarero o barman, cuyos ojos le brillan.
Y aunque el ambiente me recuerde a un pub británico, los cócteles alquímicos y los licores de primera calidad representan a Ecuador en su máxima expresión.
Por supuesto, hay los clásicos licores internacionales – Bombay Sapphire, Belvedere y Glenlivet, entre otros – pero el orgullo del lugar son las marcas nacionales. Está el Espiritu de Ecuador, un bajativo, cuya llamativa botella es la forma del monumento de la Mitad del Mundo, la Caña Manabita de la costa y varios gins hechos en Ecuador, como el Amaranto (cuádruple-destilado) y el ligeramente aromático GCV, ambos producidos en Quito.
El gin, dice Alfonso, es un éxito a nivel global, y lo que más se pide en la barra.
Casi todo lo que utiliza el maestro en pociones de Casa Gangotena es ecuatoriano.
«Ponemos un alto valor a los productos nacionales, para que los visitantes puedan ver dónde estamos en el mundo», explica.
Lo que Alfonso hace con estos ingredientes desafía la lógica. El barman, que parece mitad científico loco, mitad mago, perfeccionó su arte durante los cuatro años que trabajó en cruceros en Galápagos, y hace la preparación de sus cocteles todo un espectáculo.
Un simple gin y tónico se convierte en algo más elaborado bajo su tutela. Los espectadores ponen atención mientras toma una rama de romero y la aplasta entre sus manos, «es para liberar el aroma».
Luego introduce la rama en el interior del vaso para perfumarlo levemente. A continuación, toma un instrumento de metal de aspecto agresivo para pelar la capa más fina de cáscara de naranja, antes de añadir el gin y luego el tónico, dejando que gotas del líquido carbonatado caigan por una espiral de acero para conservar las burbujas.
Este no es cualquier gin & tonic. El resultado me hace aplaudir fuerte, y mi lengua siente un hormigueo, sutil y fresco.
Para pisco (de Perú esta vez) con té de mora (muy ecuatoriano), se requieren más herramientas clínicas. Alfonso infusiona el licor con el té en un tubo de ensayo, sumergido al baño María. Con precisión de cirujano coloca bayas entre dos tipos de hielo utilizando dos tipos de pinzas, rematadas con las más delicadas flores rosadas y una hoja verde.
Su presentación y atención al detalle le han generado a Alfonso un gran grupo de fans. Un cliente «particularmente difícil» le dejó una propina de $300.
«Mucha gente quiere tomarse una foto conmigo», dice. «Me gusta lo que hago, me hace sentir bien.»
Y se nota. Además de los cócteles tentadores, el bar sirve cócteles vírgenes y la especialidad de la casa: una infusión de limonada con Flor de Jamaica. Los huéspedes se deleitarán con el Agua de Frescos, una vívida infusión rosada con una docena de plantas y hierbas, que se sirve tradicionalmente en Quito a los huéspedes que llegan de su viaje.
Y por supuesto, está la versión de Alfonso, con una pizca de caña, una clara de huevo para añadirle sabor, una gota de lavanda y un puñado de pétalos secos de rosa.
¿Exagerado? Absolutamente. Pero no se puede esperar nada menos.
